Año: 2010
Nacionalidad: EEUU
Duración: 104 minutos
Dirección: Joe Johnston
Intérpretes: Benicio del Toro (Lawrence Talbot); Emily Blunt (Gwen Conliffe); Anthony Hopkins (Sir John Talbot); Hugo Weaving (Inspector Abberline); Geraldine Chaplin (Maleva); Art Malik (Singh); Anthony Sher (Dr. Hoenneger); Mario Marin-Borquez (Lawrence niño); Asa Butterfield (Ben niño); Cristina Contes (Solana Talbot); Simon Merrells (Ben Talbot); Roger Frost (Reverendo Fisk); David Sterne (Kirk); Lorraine Hilton (Señora Kirk); Nicholas Day (Coronel Montford).
Por norma habitual no es habitual en mí ir al cine a ver películas de terror con los monstruos clásicos de protagonistas. Que yo recuerde, la única que había visto hasta el momento fue Frankenstein de Mary Shelley (Kenneth Brannagh, 1994), una muy buena película que incomprensiblemente fue infravalorada y defenestrada por público y crítica pero que a mí me gustó mucho. El caso es que tras ver los trailers y leer artículos en publicaciones especializadas, esta nueva revisitación del clásico del licántropo, no sé por qué, pero me llamó la atención.
Una vez vista la película, he de decir que bajo mi punto de vista no es un mal film. A pesar de lo largo que fue su rodaje (más de 1 año) y su postproducción, el resultado final, aunque dirigido por el generalmente mediocre Joe Johnston ha sido más que satisfactorio.
La película se quiere acercar más que nunca al espíritu de las películas clásicas de la Hammer, protagonizadas habitualmente por Lon Chaney, aunque obviamente la calidad técnica es superior en esta nueva versión. Johnston le ha sabido dar el toque sombrío, lúgubre, gótico y victoriano que el ambiente del film requería, con un gran detallismo en los espectaculares decorados y en el diseño de vestuario. Los efectos visuales son mucho más que decentes, destacando sobre todo la escena de la conversión en hombre lobo del protagonista delante de un numeroso grupo de renombrados doctores. De hecho, el maquillaje es obra del mítico Rick Baker, quién ya ganó su primer Oscar por esa labor gracias a Un hombre lobo americano en Londres (John Landis, 1981). La fotografía, tenebrosa, nos transporta a los fríos parajes en donde tienen lugar los hechos, y la música del siempre genial Danny Elfman acompaña a la perfección cada uno de los momentos del largometraje.
Las secuencias de acción son todo lo violentas que requería el personaje y el argumento, sin escatimar en sangre y elementos gore, aunque eso sí, dichas escenas están repartidas a lo largo del film en su justa medida y cuando son necesarias, sin llegar a saturar al espectador. De esa forma, los responsables de la película se pueden centrar en el drama interior que está sufriendo el protagonista, torturado por una maldición y un secreto que le supera.
Los actores están todos correctos: Anthony Hopkins repitiendo una vez más su papel de viejo siniestro; Emily Blunt, bellísima y demostrando que es una de las actrices nuevas emergentes con mayor potencial ahora mismo; Hugo Weaving haciendo de un nuevo "malo" con su habitual sarcasmo; y Benicio del Toro, dotando de tridimensionalidad a un personaje por el que se moría por interpretar, de hecho es un gran fan de todas las películas clásicas de terror, en especial de las del hombre lobo.
En definitiva, una buena versión del clásico que bucea en los orígenes del mito, olvidándose de neologismos para adolescentes seguidores de la MTV, y realizado con respeto y rigor, quizás demasiado, ya que la película es distante en algunos momentos, careciendo del carisma de, por ejemplo, Drácula de Bram Stoker (Francis Ford Coppola, 1993).
Una vez vista la película, he de decir que bajo mi punto de vista no es un mal film. A pesar de lo largo que fue su rodaje (más de 1 año) y su postproducción, el resultado final, aunque dirigido por el generalmente mediocre Joe Johnston ha sido más que satisfactorio.
La película se quiere acercar más que nunca al espíritu de las películas clásicas de la Hammer, protagonizadas habitualmente por Lon Chaney, aunque obviamente la calidad técnica es superior en esta nueva versión. Johnston le ha sabido dar el toque sombrío, lúgubre, gótico y victoriano que el ambiente del film requería, con un gran detallismo en los espectaculares decorados y en el diseño de vestuario. Los efectos visuales son mucho más que decentes, destacando sobre todo la escena de la conversión en hombre lobo del protagonista delante de un numeroso grupo de renombrados doctores. De hecho, el maquillaje es obra del mítico Rick Baker, quién ya ganó su primer Oscar por esa labor gracias a Un hombre lobo americano en Londres (John Landis, 1981). La fotografía, tenebrosa, nos transporta a los fríos parajes en donde tienen lugar los hechos, y la música del siempre genial Danny Elfman acompaña a la perfección cada uno de los momentos del largometraje.
Las secuencias de acción son todo lo violentas que requería el personaje y el argumento, sin escatimar en sangre y elementos gore, aunque eso sí, dichas escenas están repartidas a lo largo del film en su justa medida y cuando son necesarias, sin llegar a saturar al espectador. De esa forma, los responsables de la película se pueden centrar en el drama interior que está sufriendo el protagonista, torturado por una maldición y un secreto que le supera.
Los actores están todos correctos: Anthony Hopkins repitiendo una vez más su papel de viejo siniestro; Emily Blunt, bellísima y demostrando que es una de las actrices nuevas emergentes con mayor potencial ahora mismo; Hugo Weaving haciendo de un nuevo "malo" con su habitual sarcasmo; y Benicio del Toro, dotando de tridimensionalidad a un personaje por el que se moría por interpretar, de hecho es un gran fan de todas las películas clásicas de terror, en especial de las del hombre lobo.
En definitiva, una buena versión del clásico que bucea en los orígenes del mito, olvidándose de neologismos para adolescentes seguidores de la MTV, y realizado con respeto y rigor, quizás demasiado, ya que la película es distante en algunos momentos, careciendo del carisma de, por ejemplo, Drácula de Bram Stoker (Francis Ford Coppola, 1993).
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