
Dirigida con solvencia en 1954 por Michael Curtiz, realizador de películas tan míticas como Casablanca, Robín de los Bosques, El capitán Blood, La carga de la brigada ligera, Navidades blancas, Los comancheros, o Dodge, ciudad sin ley.
Recuerdo haberla visto a finales de los 80 un sábado estival por la tarde, en TVE-1, cuando no había televisiones privadas ni competencia de canales. Cuando se emitían, y en horarios más que aceptables, este tipo de películas clásicas que ahora brillan por su ausencia en las parrilas televisivas en abierto. Rememorando esos años, es una pena que las nuevas generaciones no hayan sido educadas en ese tipo de cine como lo fuimos nosotros, ya que debido a ello tampoco saben valorar esas películas, cuna del cine actual. Y no sólo eso, sino que encima las desprecian. Y la culpa es de lo de siempre, el dinero y la batalla por las audiencias.
En fin, que me estoy yendo por los cerros de Úbeda, y aquí se trata de hablar un poco de esta gran película. La historia nos cuenta la vida de Sinuhé (Edmund Purdom) en el Egipto del año 1330 antes de Cristo. Ya de anciano recuerda en su destierro a orillas del Mar Rojo los episodios más importantes de su vida desde que, recién nacido, fue recogido de una cesta de mimbre que flotaba en el Nilo por un matrimonio que le adoptó. Así, evoca sus estudios de Medicina, profesión de su padre adoptivo, y su amistad con el fornido Horemheb (Victor Mature), junto al que logra salvar la vida del faraón Akenatón (Michael Wilding). En agradecimiento, el monarca les introduce en la corte en donde también viven su sibilina hermana, la princesa Baketamón (Gene Tierney); su borracha madre Taia (Judith Evelyn); y su esposa, la reina Nefertiti (Anitra Stevens). Allí, con el tiempo, Horemheb alcanzará un alto grado militar, y Sinuhé se convertirá en el médico del soberano además de enamorarse de la cortesana Nefer (Bella Darvi) que le llevará a la ruina, en lugar de aceptar el verdadero amor que le profesa la humilde tabernera Merit (Jean Simmons). En su peripecia vital, Sinuhé viajará a lugares remotos acompañado de su divertido ayudante tuerto (Peter Ustinov) y terminará envuelto en una conspiración contra el faraón de trágicas consecuencias.
Aprovechando la moda en los años 50 de films de inspiración nilótico-egipcia, la película cuenta con un equilibrado ensamblaje de elementos románticos, un latente erotismo, detalles de la vida cotidiana de las gentes humildes y el esplendor palaciego. Buena parte de los decorados utilizados precisamente en el lujoso palacio faraónico fueron utilizados por esa época para películas como Desirée (Henry Koster, 1954) o sobre todo, Los Diez Mandamientos (Cecil B. DeMille, 1956). El film está basado en la novela de 1945 del escritor finlandés Mika Waltari, a su vez basado en hechos reales que ocurrieron entre 1956 y 1910 antes de Cristo. La fidelidad a las referencias históricas y los bien distribuídos momentos de humor, a cargo del magistral Peter Ustinov, redondean un largometraje muy entretenido y agradable de ver, y uno de los títulos má completos del peplum.
El papel para interpretar a Sinuhé, el protagonista, fue ofrecido a un Marlon Brando que acababa de comenzar su carrera cinematográfica. Sin embargo, el artista rechazó el papel, y este fue a parar a un actor británico desconocido llamado Edmund Purdom, que había sidoalumno de Laurence Olivier en los teatros londinenses y con quien viajó a Broadway para interpretar la obra de Shakespeare "Marco Antonio y Cleopatra". Pronto le ofrecieron papeles en películas como La última noche del Titanic (Jean Negulesco, 1953) o Julio César (Joseph L. Mankiewicz, 1954) hasta lograr este protagonista en 1956. Un trabajo convincente, bien realizado e interpretado, dotando de carisma al galeno egipcio, pero que sin embargo no le dió suerte para futuros trabajos, ya que Purdom intervino posteriormente en títulos europeos de menor relieve, la mayor parte de ellos dentro del género del peplum, el suspense y el terror.
Al papel de la malvada cortesana Nefer aspiraba una principiante Marilyn Monroe, que ya había realizado cometidos de cierta importancia en varias películas, pero el productor Darryl F. Zanuck lo tenía reservado para la desconocida actriz polaca Bella Darvi, para el que sería su segundo papel en el cine (posteriormente haría películas en el cine francés), con la que mantenía algo más que una hermosa amistad. Resulta sugestivo imaginar cómo habría sido la película con la imponente presencia de Marlon Brando como protagonista y con la sensualidad de Marilyn Monroe potenciada por modelitos de corte egipcio. Sin embargo, los actores elegidos finalmente, realizaron con gran convicción su papel.
Recuerdo haberla visto a finales de los 80 un sábado estival por la tarde, en TVE-1, cuando no había televisiones privadas ni competencia de canales. Cuando se emitían, y en horarios más que aceptables, este tipo de películas clásicas que ahora brillan por su ausencia en las parrilas televisivas en abierto. Rememorando esos años, es una pena que las nuevas generaciones no hayan sido educadas en ese tipo de cine como lo fuimos nosotros, ya que debido a ello tampoco saben valorar esas películas, cuna del cine actual. Y no sólo eso, sino que encima las desprecian. Y la culpa es de lo de siempre, el dinero y la batalla por las audiencias.
En fin, que me estoy yendo por los cerros de Úbeda, y aquí se trata de hablar un poco de esta gran película. La historia nos cuenta la vida de Sinuhé (Edmund Purdom) en el Egipto del año 1330 antes de Cristo. Ya de anciano recuerda en su destierro a orillas del Mar Rojo los episodios más importantes de su vida desde que, recién nacido, fue recogido de una cesta de mimbre que flotaba en el Nilo por un matrimonio que le adoptó. Así, evoca sus estudios de Medicina, profesión de su padre adoptivo, y su amistad con el fornido Horemheb (Victor Mature), junto al que logra salvar la vida del faraón Akenatón (Michael Wilding). En agradecimiento, el monarca les introduce en la corte en donde también viven su sibilina hermana, la princesa Baketamón (Gene Tierney); su borracha madre Taia (Judith Evelyn); y su esposa, la reina Nefertiti (Anitra Stevens). Allí, con el tiempo, Horemheb alcanzará un alto grado militar, y Sinuhé se convertirá en el médico del soberano además de enamorarse de la cortesana Nefer (Bella Darvi) que le llevará a la ruina, en lugar de aceptar el verdadero amor que le profesa la humilde tabernera Merit (Jean Simmons). En su peripecia vital, Sinuhé viajará a lugares remotos acompañado de su divertido ayudante tuerto (Peter Ustinov) y terminará envuelto en una conspiración contra el faraón de trágicas consecuencias.
Aprovechando la moda en los años 50 de films de inspiración nilótico-egipcia, la película cuenta con un equilibrado ensamblaje de elementos románticos, un latente erotismo, detalles de la vida cotidiana de las gentes humildes y el esplendor palaciego. Buena parte de los decorados utilizados precisamente en el lujoso palacio faraónico fueron utilizados por esa época para películas como Desirée (Henry Koster, 1954) o sobre todo, Los Diez Mandamientos (Cecil B. DeMille, 1956). El film está basado en la novela de 1945 del escritor finlandés Mika Waltari, a su vez basado en hechos reales que ocurrieron entre 1956 y 1910 antes de Cristo. La fidelidad a las referencias históricas y los bien distribuídos momentos de humor, a cargo del magistral Peter Ustinov, redondean un largometraje muy entretenido y agradable de ver, y uno de los títulos má completos del peplum.







Curioso, también el cartel, en el que se muestra a Sinuhé con el tocado típico de los faraones, cuando en toda la película ni ejerce de faraón, ni se viste como tal, a pesar de que es originalmente el hijo abandonado de un faraón.
Para terminar, una de las escenas en las que se puede comprobar en impresionante trabajo en la dirección artística que se realizó para esta película.
1 comentario:
Parabens pelo texto. Realmente um grande filme que nos transporta para um passado milenar atraves da extinta era de ouro do cinema americano.
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